jueves, 28 de junio de 2007

HACERSE VISIBLE UN DIA ...

El 28 de junio, dicen, es el día internacional del orgullo LGTBI. A propósito de eso, quiero contar una experiencia personal sobre cómo practico y pienso mi forma de hacerme visible en mi ciudad y en todo momento, no para que “el mundo” sepa que soy lesbiana, sino para recordarle a ese mundo que las lesbianas estamos en todas partes, delante de sus ojos o detrás de sus espaldas, teniendo (la mayoría de nosotras) vidas tan comunes y corrientes como cualquiera, lo cual no nos impide (a algunas) reivindicar nuestra diferencia que está, no solo en quiénes son las personas con las que decidimos relacionarnos afectiva y sexualmente, sino también –y mucho más significativamente– en la crítica a la heteronorma y al patriarcado. Nuestra diferencia está en practicar (con los éxitos y los errores que ello implica) un nuevo orden relacional entre las personas.
Como la Visibilidad es una práctica y no una “fecha”, exige una continuidad que puede llegar a resultar performativa, ya que si bien mi estar en el mundo es indisimuladamente el de una tortillera (dizque lesbofeminista) de tiempo completo, mis ejercicios habituales son interpretados en general como los de una -”mujer normal” (es decir, tristemente, los de una mujer colonizada). Por esta razón me resulta indispensable poner el cuerpo en evidencia (ya que hablamos de visibilidad, que es una primera e importante instancia de la Existencia para otras y otros, y no de la “oibilidad” de un discurso que podría muy bien reflejar mis convicciones), y una forma de poner esta autoexigencia en práctica es, por ejemplo, vistiendo sin ningún pudor ni disimulo el pantalón que manché de pintura lila el año pasado, cuando el 28 de junio engrafitamos Buenos Aires con consignas de amor entre mujeres. Con todo, este gesto es suficientemente discreto y no sirve para expresar nada si no media la pregunta acerca del origen de las manchas.
Por eso, hice más: desde marzo, y en forma esporádica, llevo a cabo una campaña de pequeñas intervenciones efímeras en el espacio público. Consisten en pegar por donde voy caminando el letrero que ilustra esta notita. No estoy sola en este proyecto y la posibilidad de llevarlo a cabo con la otra protagonista del testimonio le da una riqueza política adicional. Mientras vamos pegando los letreros, nos miran o nos ignoran…. y cada tanto nos interpelan:
– una mujer joven nos pidió un letrero para llevarse a su casa.
– un hombre creyó que éramos prostitutas ofreciendo nuestros servicios y nos propuso “una fiesta”… o tal vez simplemente tuvo la triste idea de “sentirse lesbiano” y mostrarnos (de la manera más burda) su complacencia, o la intención de “arreglarnos”… preferimos no seguir conversando con el tipo.
– una mujer mayor nos corrió a lo largo de una cuadra y cuando nos alcanzó, tras preguntar discretamente si éramos “Vero y Sonia” nos contó lo mucho que se había emocionado al ver nuestro letrero… Ella quería felicitarnos por “nuestra valentía”, seguramente pensando en toda su vida de disimulo e invisibilidad, pero ni siquiera podía decir que ella era lesbiana y daba más y más vueltas. Estaba tan emocionada y era tan transparente…
¿Es necesario explicar el contenido –tal vez un poco extenso- de nuestro cartel? Considero que no. Todo lo que queríamos decir lo dijimos, eligiendo muy bien las frases que escribimos. En nuestro afiche sólo omitimos el indispensable “NO TODAS LOS DÍAS (NI EL AMOR, NI EL SEXO)” para evitar desplazar el acento hacia otras cuestiones que, considero, también están pendientes de una reflexión profunda por parte de las lesbianas como mujeres deseantes y amantes pero que ciertamente no hacen al tema de la VISIBILIDAD que algunas celebramos exponiendo nuestros cuerpos y tal vez algo más este 28 de junio.

Sonia Gonorazky

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