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lunes, 3 de septiembre de 2007
lunes, 30 de julio de 2007
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viernes, 27 de julio de 2007
PONER EN PALABRAS
Para entender lo que sucede en una relación de maltrato entre lesbianas y sus consecuencias, primero es importante entender la violencia social en general, y en particular la violencia hacia las lesbianas que ejerce esta sociedad heterosexista. La heteronormatividad es la imposición de la heterosexualidad como única forma de sexualidad sana/normal/no pecaminosa, prohibiendo o descalificando, explícita o implícitamente, toda otra forma que no acuerde con aquella. Justamente por esto, existe una diferencia sustancial entre lo que sucede cuando la violencia se da en el marco de un vínculo avalado socialmente como el heterosexual y cuando no. En el primero, no se cuestiona la heterosexualidad ni la legitimidad del vínculo; nadie diría que es malo ser heterosexual porque un hombre ejerza maltrato psíquico o físico hacia una mujer. Por el contrario, en el caso de las lesbianas, cuando se pone en evidencia la existencia de maltrato en el vínculo, casi siempre se "sospecha" de la relación lésbica, se aprovecha la situación para reforzar el argumento de lo mal que le hace a esa mujer estar con otra mujer y se problematiza así su condición por sobre la situación de maltrato. Estos –como tantos otros- son mensajes llenos de prejuicios y estigmatizaciones que refuerzan el closet: la clausura, el encierro, la encrucijada. La amenaza social ejerce un plus de carga de miedos y culpas que tiene graves incidencias en la salud integral de las lesbianas. De allí que hablemos del "segundo closet", ya que al miedo de decir "soy lesbiana", se agrega el miedo de decir "estoy en situación de violencia con una lesbiana".
Vivimos en una sociedad donde "siempre alguien tiene que tener el poder o más poder"; donde además, el ejercicio de poder da privilegios y encima es impune: Un sistema diseñado y construido para la "opresión de los deseos autónomos", ya que cualquier tipo de autonomía va en contra del dominio, la violencia y las brutales diferencias de poder en las que se sostiene. Frente a los reclamos que genera la desigualdad, el sistema agota sus respuestas en propuestas paradójicas, que confunden tanto como se confunden las víctimas cuando aquella que supuestamente las ama, las daña. El doble mensaje de la sociedad y el doble mensaje como ingrediente básico de la violencia emocional: la contradicción alienante de "te destruyo" "te oprimo" que convive con "te protejo" "teayudo" es uno de los mecanismos que impide u obstaculiza llegar a asumir el hecho de estar siendo violentadas.
Somos educadas dentro de un modelo de amor/erotismo , entramado con los mandatos de género, donde el control y la apropiación son el eje. Y por más que dentro del sistema patriarcal el poder se le otorgue desproporcionadamente al hombre en bandeja, ello no impide que podamos repetir los modelos de vinculación con los que fuimos formadas, aunque estemos en una relación amorosa/afectiva/erótica con otra mujer.
Quien detenta el poder genera mecanismos disciplinadores para la manipulación y el dominio y así mantenernos en el molde. Para quien ejerce violencia es imprescindible que su pareja vaya perdiendo dimensiones, espacios, lazos y proyectos. Frente al aislamiento y el silencio se necesitan redes. Creemos que sin redes sociales y políticas públicas que permitan implementar estrategias frente a la circulación de violencia, resulta difícil pensar alternativas para enfrentar tanto la violencia "hacia" como la violencia "entre" lesbianas. Proponemos una red con nudos como puentes, que enlacen sin que aprieten o ahoguen el pecho y la garganta. Una red donde entretejer nuestras historias, sin quedar atrapadas. Las convidamos a compartir y recordar la necesidad, el derecho y el sueño de una vida sin violencia.
Vivimos en una sociedad donde "siempre alguien tiene que tener el poder o más poder"; donde además, el ejercicio de poder da privilegios y encima es impune: Un sistema diseñado y construido para la "opresión de los deseos autónomos", ya que cualquier tipo de autonomía va en contra del dominio, la violencia y las brutales diferencias de poder en las que se sostiene. Frente a los reclamos que genera la desigualdad, el sistema agota sus respuestas en propuestas paradójicas, que confunden tanto como se confunden las víctimas cuando aquella que supuestamente las ama, las daña. El doble mensaje de la sociedad y el doble mensaje como ingrediente básico de la violencia emocional: la contradicción alienante de "te destruyo" "te oprimo" que convive con "te protejo" "teayudo" es uno de los mecanismos que impide u obstaculiza llegar a asumir el hecho de estar siendo violentadas.
Somos educadas dentro de un modelo de amor/erotismo , entramado con los mandatos de género, donde el control y la apropiación son el eje. Y por más que dentro del sistema patriarcal el poder se le otorgue desproporcionadamente al hombre en bandeja, ello no impide que podamos repetir los modelos de vinculación con los que fuimos formadas, aunque estemos en una relación amorosa/afectiva/erótica con otra mujer.
Quien detenta el poder genera mecanismos disciplinadores para la manipulación y el dominio y así mantenernos en el molde. Para quien ejerce violencia es imprescindible que su pareja vaya perdiendo dimensiones, espacios, lazos y proyectos. Frente al aislamiento y el silencio se necesitan redes. Creemos que sin redes sociales y políticas públicas que permitan implementar estrategias frente a la circulación de violencia, resulta difícil pensar alternativas para enfrentar tanto la violencia "hacia" como la violencia "entre" lesbianas. Proponemos una red con nudos como puentes, que enlacen sin que aprieten o ahoguen el pecho y la garganta. Una red donde entretejer nuestras historias, sin quedar atrapadas. Las convidamos a compartir y recordar la necesidad, el derecho y el sueño de una vida sin violencia.
LAS DESAPARECIDAS Y LAS OTRAS
A Otoño Uriarte la estaban buscando desesperadamente. Familiares, amigos/as y activistas pedían su aparición con vida. Finalmente, apareció. Muerta, en una zanja (al menos, eso se especula).
Su nombre es uno más de una lista de chicas y mujeres que hace meses o años pasaron a integrar una nómina siniestra. Fernanda Aguirre, secuestrada hace 3 años. Marita Verón, desaparecida hace 5 años. Florencia Penacchi, desaparecida hace 2 años.
Ellas, las que a (casi) nadie le importan, tienen en común que son las más conocidas de las víctimas de la trata. Aquellas cuyos casos tienen cierta cobertura mediática, porque sus familias se movilizaron para tratar de encontrarlas. Pero son muchas, miles de chicas y mujeres, nadie sabe cuántas porque las estadísticas, al igual que ellas, no existen.
"Trata de mujeres" es un eufemismo demasiado civilizado para lo que describe. El secuestro, la esclavitud, la tortura, la violación cotidiana. Días iguales de muerte en vida, o peor. Una rutina que solo cambia cuando las llevan a otro lugar, vendidas o alquiladas para que las maltraten otros dueños y las violen otros hombres, aburridos del "plantel" anterior. Una infamia que ni siquiera es delito federal. Una atrocidad que ocurre porque los políticos, la justicia y los policías son cómplices y parte interesada. Sostenida por los "clientes", esos hombres a los que les importa una mierda las vidas arruinadas de esas mujeres y niñas, menos que cosas para ellos. Una violencia increíble, cotidiana y oculta, porque la sociedad mira para otro lado.
A la par de las secuestradas, que a veces suscitan la compasión de la sociedad en general y de algún cliente en particular que las ayuda a escapar, están las prostitutas "por elección", por cuya suerte no se interesa nadie. Claro que estas mujeres que "eligen" suelen hacerlo en las mismas condiciones en que tantos otros y otras "eligen" ser medigos/as, o bajo la extorsión del asesinato, del secuestro de sus hijos/as y otras condiciones así de propicias a la libertad. El punto es que tanto las secuestradas como las "voluntarias" son niñas, adolescentes y mujeres con una vida que no es vida, despreciadas hasta por los usuarios de su miseria, por esos torturadores que pagan que son los clientes.
Sin esa paga, origen de un negocio millonario que compite cabeza a cabeza con el tráfico de armas y de drogas a nivel mundial en términos de ganancia, no puede existir esta aterradora red de corrupción y violencia.
La trata solo puede ser detenida eliminando su raíz, la prostitución. Y la prostitución solo puede ser erradicada luchando contra la violencia hacia las mujeres, o la desigualdad de género, o el patriarcado, como quieran llamarlo. Me refiero a la indiferencia y al silencio cómplice que encubren y consienten la explotación de millones de esclavas sexuales en todo el mundo. Me refiero también a cambiar nuestra cultura patriarcal, que hace posible que se culpe a las víctimas, incluso cuando son secuestradas. Ni hablar a la noción de que los hombres tienen derecho, a costa de quien sea, a satisfacer sus ganas de sexo.
Otoño está muerta. Aunque su muerte no hubiera tenido que ver directamente con la trata (algo que por demás está en duda), muestra algunos aspectos de este crimen, como la intervención policial que lo ampara y promueve. Los agentes apartados de su caso fueron grabados en una escucha diciéndole a un proxeneta que llevara a la comisaría a una chica de 15 años que había traído de La Pampa para "trabajar".
Marita, Fernanda, Florencia y miles más todavía faltan, y probablemente no salgan de su infierno con vida. Miles de otras mujeres, sobre todo pobres, jóvenes y bonitas, están a merced de cualquiera que se tome la molestia de secuestrarlas o de violentarlas (como los "novios" prostituyentes) un día para ganar plata con su cuerpo.
Nos toca a todas. Es culpa sobre todo de algunos, pero responsabilidad de todas y todos. Por favor, si tienen un mínimo de conciencia, repudien la prostitución y la violencia hacia las mujeres. Sin concesiones. Sin excepciones. No hay excusas para la violación; el pago no hace que la prostitución deje de ser esclavitud y maltrato, aunque ese cuerpo humillado se compre solo transitoriamente. Sin distinciones de edad, clase, "mérito moral", raza o nacionalidad, ninguna mujer nace para puta. Y ningún hombre tiene derecho a usar nuestros cuerpos.
Jose
joseramon21@hotmail.com
OBERTURA
Juana y Julieta son dos mujeres de pueblo. No son jóvenes y durante por lo menos la mitad de sus vidas han accedido a complacer-se cumpliendo los sueños que otros asignaron para ellas. Alguna vez intenté imaginar cómo habría sido el instante mágico en que decidieron largarse a soñar sus propios sueños y cuál el instrumento que obró tan grande desafío. Pero la bruja no reveló el secreto y ni mi imaginación, ni toda mi capacidad de repensar las conductas ajenas, me alcanzaron para encontrar la clave que llevó a esa ruptura en el devenir “lógico” de la vida de esas mujeres diseñadas arbitrariamente como pequeñas “máquinas”.
Lo cierto es que la historia cuenta que un día “Juanita y Julieta” dieron forma a su propia rebeldía y con ella expusieron a su sociedad a la herejía de quienes no piden permiso: dos mujeres, unidas, un pueblo, y la mayor prohibición: DECIDIR NO OCULTARSE.
La cantante nos alienta con sus versos: “Voy a omitir maldecidos disparates/ y las venganzas juradas por pecar/ lo cierto es que Juanita y Julieta/ no se fugaron ni dejaron de cantar/ Despierta, mujer, en mis senos/ despierta, yo estoy en los tuyos/ que a este mundo le falta le falta, le falta,/ alguien que le haga baruyo.”
Asi, “baruyo” se convirtió para mí, en el símbolo de la unidad entre mujeres. Affidammento para algunas, sororidad para casi todas. No tengo idea de si Juana y Julieta eran amantes, amigas, compañeras, cómplices o todo a la vez. Sí sé que me asomo al mundo desde la baruyera que soy y lo encuentro lleno de mujeres amándose y aliándose entre sí, con amores y formas de alianzas inimaginables para los historiadores oficiales de la parte de la humanidad asignada al silencio. Baruyeras todas ellas, en busca de un nuevo orden civilizatorio que, por fin, nos pertenezca y en el que no nos sintamos tan “extrañas”.
“Baruyeras” son entonces, las mujeres que no se esconden, que se rebelan, que se entrelazan. Las que se enfrentan valientes, a la hostilidad de un “mundo” planeado por otras mentes, para otros cuerpos, para otros deseos. Mujeres reveladas, mujeres indecentes. Fantaseando sueños subversivos, modelando nuevos paradigmas. Mujeres transformadas. Mujeres que abren puertas, mujeres que patean escritorios.
Baruyeras docentes, enfermeras, abogadas. Funcionarias, políticas, empleadas, desocupadas, estudiantes. Trabajadoras. Mujeres que desafían, que crean, que traman. Mujeres que inventan nuevas palabras para decir lo que aún no se ha dicho. Mujeres que construyen innovadoras prácticas: sociales, políticas, lingüísticas, culturales, amatorias.
Mujeres que se piensan distintas. Que se atrincheran, que se abren. Que se animan.
Las musas de Baruyera son Juana y Julieta que, en íntima complicidad deciden elegirse mutuamente, con la intuición de que sea ese el único camino posible para rescatarse a sí mismas y en ese reconquistarse colaboran con nuestra propia posibilidad de recuperarnos en el pensamiento y en la acción.
Por último Baruyera es simplemente la acción que elegimos (o nos eligió, vaya una saber) algunas “colaboradoras del baruyo”, para contar nuestras intenciones sobre el mundo. Muchas “hacedoras del baruyo” nos anteceden. Ellas nos iluminan y nos acompañan en este camino que hoy comienza y que esperamos sea fructífero, divertido y amable.
Amigas, madres, hermanas, activistas, son las manos que tomamos para dar este paso.
Muchas gracias a todas. Y unas muchas gracias especiales a Silvia Palumbo1 que nos alentó tantísimo y que es la autora de este hermosísimo poema que tanto tiene de ella.
Deseamos humilde y profundamente que Baruyera aporte al pensamiento colectivo y sea una herramienta de todas en busca de ese nuevo orden que nos tiene tan comprometidas.
Lo cierto es que la historia cuenta que un día “Juanita y Julieta” dieron forma a su propia rebeldía y con ella expusieron a su sociedad a la herejía de quienes no piden permiso: dos mujeres, unidas, un pueblo, y la mayor prohibición: DECIDIR NO OCULTARSE.
La cantante nos alienta con sus versos: “Voy a omitir maldecidos disparates/ y las venganzas juradas por pecar/ lo cierto es que Juanita y Julieta/ no se fugaron ni dejaron de cantar/ Despierta, mujer, en mis senos/ despierta, yo estoy en los tuyos/ que a este mundo le falta le falta, le falta,/ alguien que le haga baruyo.”
Asi, “baruyo” se convirtió para mí, en el símbolo de la unidad entre mujeres. Affidammento para algunas, sororidad para casi todas. No tengo idea de si Juana y Julieta eran amantes, amigas, compañeras, cómplices o todo a la vez. Sí sé que me asomo al mundo desde la baruyera que soy y lo encuentro lleno de mujeres amándose y aliándose entre sí, con amores y formas de alianzas inimaginables para los historiadores oficiales de la parte de la humanidad asignada al silencio. Baruyeras todas ellas, en busca de un nuevo orden civilizatorio que, por fin, nos pertenezca y en el que no nos sintamos tan “extrañas”.
“Baruyeras” son entonces, las mujeres que no se esconden, que se rebelan, que se entrelazan. Las que se enfrentan valientes, a la hostilidad de un “mundo” planeado por otras mentes, para otros cuerpos, para otros deseos. Mujeres reveladas, mujeres indecentes. Fantaseando sueños subversivos, modelando nuevos paradigmas. Mujeres transformadas. Mujeres que abren puertas, mujeres que patean escritorios.
Baruyeras docentes, enfermeras, abogadas. Funcionarias, políticas, empleadas, desocupadas, estudiantes. Trabajadoras. Mujeres que desafían, que crean, que traman. Mujeres que inventan nuevas palabras para decir lo que aún no se ha dicho. Mujeres que construyen innovadoras prácticas: sociales, políticas, lingüísticas, culturales, amatorias.
Mujeres que se piensan distintas. Que se atrincheran, que se abren. Que se animan.
Las musas de Baruyera son Juana y Julieta que, en íntima complicidad deciden elegirse mutuamente, con la intuición de que sea ese el único camino posible para rescatarse a sí mismas y en ese reconquistarse colaboran con nuestra propia posibilidad de recuperarnos en el pensamiento y en la acción.
Por último Baruyera es simplemente la acción que elegimos (o nos eligió, vaya una saber) algunas “colaboradoras del baruyo”, para contar nuestras intenciones sobre el mundo. Muchas “hacedoras del baruyo” nos anteceden. Ellas nos iluminan y nos acompañan en este camino que hoy comienza y que esperamos sea fructífero, divertido y amable.
Amigas, madres, hermanas, activistas, son las manos que tomamos para dar este paso.
Muchas gracias a todas. Y unas muchas gracias especiales a Silvia Palumbo1 que nos alentó tantísimo y que es la autora de este hermosísimo poema que tanto tiene de ella.
Deseamos humilde y profundamente que Baruyera aporte al pensamiento colectivo y sea una herramienta de todas en busca de ese nuevo orden que nos tiene tan comprometidas.
Verónica Marzano
baruyera@gmail.com
1 Cantautora Argentina. Juana y Julieta son las personajas protagonistas de su canción “Tortas de miel” del disco “Aprendiza de Luna”. Más info sobre Silvia y sus canciones en http://www.silviapalumbo.com.ar/
baruyera@gmail.com
1 Cantautora Argentina. Juana y Julieta son las personajas protagonistas de su canción “Tortas de miel” del disco “Aprendiza de Luna”. Más info sobre Silvia y sus canciones en http://www.silviapalumbo.com.ar/
viernes, 20 de julio de 2007
POLAROID DE LOCURA LÉSBICA I
Es el primer día de clases de Clara. La facultad le parece un lugar inmenso. Encontrar el aula es como encontrar a una persona que se declare nazi y viva en Palermo. Pregunta. El chico con el que interactúa le mira las piernas: más y más pelos que, sin resquemores, le cubren el espacio entre el tobillo y la pollera. Ella sabe que él piensa que las heterosexuales no se depilan y que las lesbianas no usan pollera. Ella sonríe. Él piensa que le está coqueteando, se le nota la confusión en la cara: una ceja sube, de improviso, la boca se abre cual infante que ve a una mujer hermosa caminando por la calle. La 108 está en el primer piso, a la derecha de la escalera, balbucea el chico. Ella se despide. Él se queda mirando cinco minutos más el lugar en el que su interlocutora estaba parada.
Clara busca un lugar para sentarse entre la multitud y la falta de sillas. Se encuentra con un compañero del secundario con el que salió unos meses. Se sienta a su lado. Se saludan. Él le pregunta qué es de su vida mientras mira sus piernas, las recordaba distintas, lampiñas, europeas, femeninas. Ella lo recorre con los ojos negros, tratando de explicarse qué le atraía de él, unrubio de ojos verdes, espalda ancha: un muñequito para la mesa de luz, piensa. Ella le dice que está con una chica desde hace unos meses, él se ríe y pide una explicación. Eso, estoy con una chica desde hace unos meses, se llama Mariana.
-Con razón el pelo en las piernas.
Ella se ríe. Se acuerda de un afiche que tiene pegado en su cuarto que se llama "Ni grandes ni pensadores. Frases idiotas" y piensa que la frase de este chico debería estar ahí, impresa, en el centro del blanco para tirarle dardos junto a Aristóteles, Hegel, Wilde. A tantos.
Después del teórico de Sociología, sale eyectada del aula. Prende un cigarrillo. Una chica de pelo corto y anteojos se le acerca, le dice que la vio en la marcha del 8 de marzo. Van a cursar juntas. Apaga el cigarrillo en el piso y se va de la facultad. En el colectivo se pone los auriculares para escuchar a Spinetta. Saca el cuaderno y escribe una consigna: con pelos y sin dios (bienvenida a la universidad).
Charo Márquez Ramos
Clara busca un lugar para sentarse entre la multitud y la falta de sillas. Se encuentra con un compañero del secundario con el que salió unos meses. Se sienta a su lado. Se saludan. Él le pregunta qué es de su vida mientras mira sus piernas, las recordaba distintas, lampiñas, europeas, femeninas. Ella lo recorre con los ojos negros, tratando de explicarse qué le atraía de él, unrubio de ojos verdes, espalda ancha: un muñequito para la mesa de luz, piensa. Ella le dice que está con una chica desde hace unos meses, él se ríe y pide una explicación. Eso, estoy con una chica desde hace unos meses, se llama Mariana.
-Con razón el pelo en las piernas.
Ella se ríe. Se acuerda de un afiche que tiene pegado en su cuarto que se llama "Ni grandes ni pensadores. Frases idiotas" y piensa que la frase de este chico debería estar ahí, impresa, en el centro del blanco para tirarle dardos junto a Aristóteles, Hegel, Wilde. A tantos.
Después del teórico de Sociología, sale eyectada del aula. Prende un cigarrillo. Una chica de pelo corto y anteojos se le acerca, le dice que la vio en la marcha del 8 de marzo. Van a cursar juntas. Apaga el cigarrillo en el piso y se va de la facultad. En el colectivo se pone los auriculares para escuchar a Spinetta. Saca el cuaderno y escribe una consigna: con pelos y sin dios (bienvenida a la universidad).
Charo Márquez Ramos
De Borges, literatura femenina y lucha social
Lilith y Jezabel, con paciencia pero sin piedad
«Borges le dice a Silvina Ocampo: ‘Llegó una carta, de una profesora, de nombre español, de una universidad norteamericana. Dice que se ha especializado en literatura femenina latinoamericana y que dará una conferencia sobre vos y Norah Lange. Que se especialice en literatura femenina no está bien. ¿Qué importa que sea femenina? ¿Por qué no de autores con ojos azules?’» Esta cita ha sido extraída del libro póstumo de Bioy Casares, en el que recopila y transcribe las charlas que tuvo con el mayor referente de la literatura argentina hasta el momento, Jorge Luis Borges.
No podemos decir que el gran Borges se equivoca pero desvistámoslo aquí de sus ropajes de literato sublime y dejémoslo con las chinelas y la ropa de entre casa de hombre corriente: con este comentario no hace más que resaltar el argumento de muchos acerca de la lucha feminista: «¿por qué insistir en la diferencia si lo que buscan es la igualdad?». Y si decimos que nuestro hombre que escribe de laberintos humanos (ahora despatarrado en su sillón) no yerra es porque en una sociedad basada en la igualdad, la literatura, al menos, no tendría que estar dividida ni sectorizada en femenina ni masculina, ni homosexual ni transexual ni transgénero ni etc.
Pero la polémica empieza en el hecho de que no somos una sociedad ideal y en que, si la lucha existe, es porque existe algo terrible que es la firme disposición de que la mujer, junto con otras minorías ideológicas y étnicas y otras víctimas contrarias al sistema liberal imperialista y patriarcal, queden silenciadas sistemáticamente del discurso y la práctica social del planeta entero. Esto no es de ninguna manera una denuncia ni una vieja utopía de los sesentas. Esto es algo que vemos todos los días a nuestro alrededor, si agudizamos la vista y afinamos el oído.
Un argumento como el del que hablamos, bastante escuchado, tiene ciertos ecos en el imaginario popular y se relaciona con hechos violentos que sucedieron en nuestro país. Recordemos eso de que «los hijos de las Madres eran todos subversivos» (sin importar que sobre ellos no hubo justicia civil sino terrorismo de estado), o el «para qué quieren viviendas si después hacen asado con el parquet» (porque es más fácil apartar que incluir) ni el actual «después de tanto exigir igualdad, se quejan cuando tienen que trabajar y, después, cuidar de su casa y de sus hijos». Y estos ecos del imaginario social, que existen y perduran, no son otra cosa que armas para neutralizar una lucha que exige y conquista el derecho a ser del ser humano discriminado y violentado, manteniéndolo en el lugar de objeto útil al sistema. Una herramienta que legitima las prácticas de sometimiento. Una herramienta con cada vez menos efectividad, por suerte.
Aunque, también, nuestro querido Borges podría haber intentado expresar otro concepto con la frase para su amiga. Tal vez algo así como: «no importa quién sea el autor, importa la literatura», o, más justamente expresado, «lo escrito». Tampoco aquí se equivocaría el maestro. Pero podría retrucársele, si es que en la mente de alguien surge semejante monstruosidad y atrevimiento, que, sin una lucha feminista, posiblemente la literatura femenina ni siquiera existiría.
Porque igualar no es uniformizar (tal como lo hizo Sarmiento con los guardapolvos blancos negadores de las diferentes culturas nativas) sino dar la oportunidad a todos los seres humanos de expresarse y respetar sus diferencias. Porque, si la lucha es por fracciones, son todas ellas piezas de un mismo rompecabezas que se va armando de a poco. Y porque, más que nunca en este planeta, la estructura conocida se cae a pedazos y los pueblos rechazados están reclamando su derecho a desear y a «ser». Y el reclamo es mediante una lucha social y política que requiere, como mínimo, el conocimiento de todas y de todos.
¿Borges concordaría con todo esto? Posiblemente, a pesar de su fama algo «tradicional» en cuanto a ideas políticas. Se pondría contento de que su amiga Silvina Ocampo se haya puesto de moda y sea por fin reconocida en las universidades y entre los lectores y que sean publicados sus cuentos completos (aunque post mortem) Y que Noritah Lange sea también vuelta a imprimir, aunque todavía se la conozca como la esposa de Oliverio. Lo que difícilmente entendería es, por ejemplo, que no existe un solo ejemplar en todo Buenos Aires de «Recuerdos del porvenir» de Elena Garro, una de sus escritoras favoritas, y sí la bibliografía completa de su esposo Octavio Paz.
No podemos decir que el gran Borges se equivoca pero desvistámoslo aquí de sus ropajes de literato sublime y dejémoslo con las chinelas y la ropa de entre casa de hombre corriente: con este comentario no hace más que resaltar el argumento de muchos acerca de la lucha feminista: «¿por qué insistir en la diferencia si lo que buscan es la igualdad?». Y si decimos que nuestro hombre que escribe de laberintos humanos (ahora despatarrado en su sillón) no yerra es porque en una sociedad basada en la igualdad, la literatura, al menos, no tendría que estar dividida ni sectorizada en femenina ni masculina, ni homosexual ni transexual ni transgénero ni etc.
Pero la polémica empieza en el hecho de que no somos una sociedad ideal y en que, si la lucha existe, es porque existe algo terrible que es la firme disposición de que la mujer, junto con otras minorías ideológicas y étnicas y otras víctimas contrarias al sistema liberal imperialista y patriarcal, queden silenciadas sistemáticamente del discurso y la práctica social del planeta entero. Esto no es de ninguna manera una denuncia ni una vieja utopía de los sesentas. Esto es algo que vemos todos los días a nuestro alrededor, si agudizamos la vista y afinamos el oído.
Un argumento como el del que hablamos, bastante escuchado, tiene ciertos ecos en el imaginario popular y se relaciona con hechos violentos que sucedieron en nuestro país. Recordemos eso de que «los hijos de las Madres eran todos subversivos» (sin importar que sobre ellos no hubo justicia civil sino terrorismo de estado), o el «para qué quieren viviendas si después hacen asado con el parquet» (porque es más fácil apartar que incluir) ni el actual «después de tanto exigir igualdad, se quejan cuando tienen que trabajar y, después, cuidar de su casa y de sus hijos». Y estos ecos del imaginario social, que existen y perduran, no son otra cosa que armas para neutralizar una lucha que exige y conquista el derecho a ser del ser humano discriminado y violentado, manteniéndolo en el lugar de objeto útil al sistema. Una herramienta que legitima las prácticas de sometimiento. Una herramienta con cada vez menos efectividad, por suerte.
Aunque, también, nuestro querido Borges podría haber intentado expresar otro concepto con la frase para su amiga. Tal vez algo así como: «no importa quién sea el autor, importa la literatura», o, más justamente expresado, «lo escrito». Tampoco aquí se equivocaría el maestro. Pero podría retrucársele, si es que en la mente de alguien surge semejante monstruosidad y atrevimiento, que, sin una lucha feminista, posiblemente la literatura femenina ni siquiera existiría.
Porque igualar no es uniformizar (tal como lo hizo Sarmiento con los guardapolvos blancos negadores de las diferentes culturas nativas) sino dar la oportunidad a todos los seres humanos de expresarse y respetar sus diferencias. Porque, si la lucha es por fracciones, son todas ellas piezas de un mismo rompecabezas que se va armando de a poco. Y porque, más que nunca en este planeta, la estructura conocida se cae a pedazos y los pueblos rechazados están reclamando su derecho a desear y a «ser». Y el reclamo es mediante una lucha social y política que requiere, como mínimo, el conocimiento de todas y de todos.
¿Borges concordaría con todo esto? Posiblemente, a pesar de su fama algo «tradicional» en cuanto a ideas políticas. Se pondría contento de que su amiga Silvina Ocampo se haya puesto de moda y sea por fin reconocida en las universidades y entre los lectores y que sean publicados sus cuentos completos (aunque post mortem) Y que Noritah Lange sea también vuelta a imprimir, aunque todavía se la conozca como la esposa de Oliverio. Lo que difícilmente entendería es, por ejemplo, que no existe un solo ejemplar en todo Buenos Aires de «Recuerdos del porvenir» de Elena Garro, una de sus escritoras favoritas, y sí la bibliografía completa de su esposo Octavio Paz.
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